Dios es extraño, a veces nos da cosas que no deseamos y nos despoja de otras que queremos. A veces nos regala sentimientos que no esperamos y cuando nos acostumbramos a ellos nos los quita. Cuando cruzo los dedos mirando hacía el cielo, pidiendo solo un deseo me doy cuenta de la inferioridad, de la estúpidez, de lo ilógico, de lo inultil que puede ser, pero confío, confío en que llegará. A veces creo que no doy suficiente de mi parte, tal vez es porque no agradezco al cielo por lo que se me da, quizás me está esperando algo mejor, tal vez debo cambiar. Entonces piso, ayuda, eso es todo lo que pido, dime, aunque sea una señal

 ¿Debo renunciar a mis suplicas? Dejar de fantasear, debo tirar la toalla y hacerme a un lado. Conformarme con lo que tengo, pero no tengo nada. Debí aceptar lo que se me ofreció, aunque no lo amaba. ¿Debo esperar? Sólo te pido eso, respóndeme eso, debo esperar, seguir rezando, seguir mirando al cielo y escribiéndote para poner en orden lo que debo decir. ¿Qué hago? Salgo, me quedo, permanezco o cambio ¿Es él? ¿No es él? 

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