23/10

Ayer estaba más que enojada. A tal punto que tuve que salir de mi casa sólo para despejar un poco mi mente (en vano, ya que al volver caí otra vez en ese estado de "necesito una canción corta venas"). Más que enojada estaba dolida, pensando en mil excusas para terminar una relación y sin embargo en el fondo no quería terminarla. Me hería que terminara así, por un malentendido, tal vez. Quizás era por el orgullo de ambos, creo que esa es la razón más acertada. Siempre he negado el hecho de que soy orgullosa pero la verdad es que si lo soy, y mucho, a un punto tal vez exasperante. De esos orgullosos que no dan el primer paso sólo para no perder su dignidad, que son capaces de perder su felicidad para conservar aquel orgullo. Pero en el fondo ¿De que me sirve tener la razón si tú no estás aquí? ¿De qué me sirve estar en lo correcto si pierdo lo único que quiero?

Enojada a un punto en que el miércoles era mi fecha límite, enfadada, pero sólo por despecho, de todos modos miraba mi celular cada veinte minutos sólo para comprobar que nadie me había enviado nada, igual miraba su nombre en mi lista de contactos esperando a que se conectara, igual escuchaba música pensando en él, igual escribí mil historias mentales basadas en una decepción amorosa, escuchaba mi celular vibrando aunque en el fondo sabía que no era más que mi imaginación. Como una loca desesperada y enamorada, que ve cosas que no existen, que escucha sonidos que no están.

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